Encuentran un sistema de escritura que sería el más antiguo de América

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Pertenece a la civilización olmeca y dataría del siglo IX antes de Cristo.

Arqueólogos mexicanos encontraron en el sur de Veracruz una piedra con un sistema de escritura desconocido, que sería el más antiguo de América. Pertenece a la civilización olmeca y dataría del siglo IX antes de Cristo.

La losa mide 21 centímetros de ancho, 36 de largo y 13 de espesor. Se la conoce como «el bloque de Cascajal», por la cantera donde fue hallada. Los obreros la llevaron a los arqueólogos María del Carmen Rodríguez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Ponciano Ortiz, del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, quienes fueron al lugar en busca de otros objetos, eventualmente de la misma época. Su informe, compartido con otros colegas, se publica hoy en Science.

Hallaron fragmentos de vasijas y de figurinas, que permitieron datar el conjunto. La fecha coincide con el estilo de los glifos, algunos de ellos ya vistos en monumentos olmecas.

En Egipto y en la Mesopotamia, la escritura se desarrolló alrededor del año 2700 a.C. En América, los glifos más antiguos con características de escritura eran de origen maya, pintados en las ruinas de San Bartolo (Guatemala), que datan de 200 a 300 a.C. Se habían hallado glifos olmecas —la cultura más antigua de Mesoamérica— fechados alrededor del año 650 a.C., pero no llegan a conformar una escritura.

«Más de la mitad de los que aparecen en el bloque Cascajal se conocían en monumentos. Resaltan, por ejemplo, atributos de sacerdotes o del maíz; pero son elementos accesorios, que le dan un valor simbólico al monumento. En el bloque no están como acompañamiento sino solos, con una intención de registro», contó a Clarín el arqueólogo Alfredo Delgado, del INAH en Veracruz.

El bloque contiene 28 símbolos diferentes; algunos están repetidos, y en total hay 62 inscripciones. «Los glifos están asociados en hileras, como si fueran renglones —describió Delgado—. Algunos se van repitiendo de tanto en tanto, están agrupados. Hay símbolos que abren o cierran estos grupos, no necesariamente oraciones pero sí ideas».

El primer símbolo es una abeja, a la que siguen dos flores. Ortiz subrayó «la presencia repetida de la abejita; algunos recipientes sugieren que podría estar vinculado con la producción de miel». También se reitera una mazorca.

Los arqueólogos creen que es un listado de los tributos que pagaban, un registro del ingreso de mercadería a un depósito. Delgado señaló que hasta ahora no había constancia de que los olmecas pagaran tributos. «Quizá no en especies, pero sí en trabajo, por ejemplo, para el traslado de las cabezas colosales —señaló—. Y para el intercambio de productos exóticos venidos de lejos, como el jade, seguramente entregaban algo a cambio».

El arqueólogo destacó algo curioso: se llega a ver glifos que fueron borrados —raspados en la frágil piedra caliza— para volver a escribir encima. «Es una especie de palimpsesto: cuando esa escritura dejaba de ser funcional, se borraba y se volvía a escribir».

A menos que se encuentren más piezas similares, los arqueólogos dudan de poder descifrar esta inscripción. «Esta es una escritura que nace en la zona, y en la misma zona muere. No tuvo continuidad», indicó Delgado. No será fácil: muchos sitios olmecas están bajo pantanos, a 9 metros de profundidad.